Amar a un ser humano es ir más allá de su
individualidad como persona; es percibirlo y valorarlo como una muestra de la
humanidad entera, como una expresión del Hombre, como una manifestación palpable
de esa esencia trascendente e intangible llamada “ser humano”, de la cual tu
formas parte; es reconocer, a través de él, el milagro indescriptible de la
naturaleza humana, que es tu propia naturaleza, con toda su grandeza y sus
limitaciones; apreciar tanto las facetas luminosas y radiantes de la humanidad,
como sus lados oscuros y sombríos; amar a un ser humano, en realidad, es amar
al ser humano en su totalidad; es amar la auténtica naturaleza humana, tal como
es, y por tanto, amar a un ser humano es amarte a ti mismo y sentirte orgulloso
de ser una nota en la sinfonía de este mundo.
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