Amar a un ser humano es ser suficientemente
humilde como para recibir su ternura y su cariño sin representar el papel del
que nada necesita; es aceptar con gusto lo que te brinda sin exigir que te dé
lo que no puede o no desea; es agradecerle a la Vida el prodigio de su existencia
y sentir en su presencia una auténtica bendición en tu sendero; es disfrutar de
la experiencia sabiendo que cada día es una aventura incierta y el mañana, una
incógnita perenne; es vivir cada instante como si fuese el último que puedes
compartir con el otro, de tal manera que cada reencuentro sea tan intenso y tan
profundo como si fuese la primera vez que lo tomas de la mano, haciendo que lo
cotidiano sea siempre una creación distinta y milagrosa.
Humberto Maturana
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