Francisco Muñoz de la Peña Castrillo,
IES Carolina Coronado, Almendralejo
Con este artículo pretendo ofrecer en un tono divertido y
ameno una visión fundamentalmente química de algo tan sencillo como maravilloso
que nos ocurre a todos alguna vez en la vida: ¡Enamorarnos!
Los poetas nos han deleitado cantando al más maravilloso de
los sentimientos desde todos los ángulos y con infinitos matices, pero los
químicos también tenemos cosas que decir al respecto, quizás menos seductoras
pero no por ello menos importantes.
¿Por qué nos enamoramos de una determinada persona y no de
otra? Innumerables investigaciones psicológicas demuestran lo decisivo de los
recuerdos infantiles -conscientes e inconscientes-. La llamada teoría de la
correspondencia puede resumirse en la frase: "cada cual busca la pareja
que cree merecer".
Parece ser que antes de que una persona se fije en otra ya
ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que
determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra. El sexólogo
John Money considera que los niños desarrollan esos mapas entre los 5 y 8 años
de edad como resultado de asociaciones con miembros de su familia, con amigos,
con experiencias y hechos fortuitos. Así pues antes de que el verdadero amor
llame a nuestra puerta el sujeto ya ha elaborado los rasgos esenciales de la
persona ideal a quien amar.
La química del amor es una expresión acertada. En la cascada
de reacciones emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química
(hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una
pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena
parte de los signos del enamoramiento.
Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal
de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema
nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo
ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la
producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre
sí a las células nerviosas).
Sus efectos se hacen notar al instante:
El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima)
sube.
Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad
muscular.
Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte
de oxígeno por la corriente sanguínea.
Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que está
borracho y que está enamorado
Antífanes -388-311
a . C.-, comediógrafo griego
Los síntomas del enamoramiento que muchas personas hemos
percibido alguna vez, si hemos sido afortunados, son el resultado de complejas
reacciones químicas del organismo que nos hacen a todos sentir aproximadamente
lo mismo, aunque a nuestro amor lo sintamos como único en el mundo.
Ese estado de "imbecilidad transitoria", en
palabras de Ortega y Gasset, no se puede mantener bioquímicamente por mucho
tiempo.
No hay duda: el amor es una enfermedad. Tiene su propio
rosario de pensamientos obsesivos y su propio ámbito de acción. Si en la
cirrosis es el hígado, los padecimientos y goces del amor se esconden,
irónicamente, en esa ingente telaraña de nudos y filamentos que llamamos
sistema nervioso autónomo. En ese sistema, todo es impulso y oleaje químico.
Aquí se asientan el miedo, el orgullo, los celos, el ardor y, por supuesto, el
enamoramiento. A través de nervios microscópicos, los impulsos se transmiten a
todos los capilares, folículos pilosos y glándulas sudoríparas del cuerpo. El
suave músculo intestinal, las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales,
el organismo entero está sometido al bombardeo que parte de este arco vibrante
de nudos y cuerdas. Las órdenes se suceden a velocidades de vértigo:
¡constricción!, ¡dilatación!, ¡secreción!, ¡erección! Todo es urgente,
efervescente, impelente... Aquí no manda el intelecto ni la fuerza de voluntad.
Es el reino del siento-luego-existo, de la carne, las atracciones y repulsiones
primarias..., el territorio donde la razón es una intrusa.
Hace apenas 13 años que se planteó el estudio del amor como
un proceso bioquímico que se inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas
y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas.
El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando
se produce en el cerebro la FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de
las anfetaminas.
Al inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante
la secreción de dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de
refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un
comportamiento que proporciona placer), norepinefrina y oxiticina (además de
estimular las contracciones uterinas para el parto y hacer brotar la leche,
parece ser además un mensajero químico del deseo sexual), y comienza el trabajo
de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales, en
síntesis: se está enamorado. Estos compuestos combinados hacen que los
enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras
conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño.
El affair de la feniletilamina con el amor se inició con la
teoría propuesta por los médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del
Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que sugirieron que el cerebro de una
persona enamorada contenía grandes cantidades de feniletilamina y que sería la
responsable de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos
cuando estamos enamorados.
Sospecharon de su existencia mientras realizaban un estudio
con pacientes aquejados "de mal de amor", una depresión psíquica
causada por una desilusión amorosa. Les llamó la atención la compulsiva
tendencia de estas personas a devorar grandes cantidades de chocolate, un
alimento especialmente rico en feniletilamina por lo que dedujeron que su
adicción debía ser una especie de automedicación para combatir el síndrome de
abstinencia causado por la falta de esa sustancia. Según su hipótesis el, por
ellos llamado, centro de placer del cerebro comienza a producir feniletilamina
a gran escala y así es como perdemos la cabeza, vemos el mundo de color de rosa
y nos sentimos flotando.
Es decir LAS
ANFETAMINAS NATURALES TE PONEN A CIEN.
El 50% de las mujeres entrevistadas para el libro Por qué
necesitan las mujeres del chocolate confesó que elegiría el chocolate antes que
el sexo. Hay quienes al chocolate lo llaman EL PROZAC VEGETAL.
En una de las aventuras de Charlie Brown se puede leer
"una buena manera de olvidar una historia de amor es comerse un buen pudin
de chocolate".
Su actividad perdura de 2 a 3 años, incluso a veces más, pero al final
la atracción bioquímica decae. La fase de atracción no dura para siempre. La
pareja, entonces, se encuentra ante una dicotomía: separarse o habituarse a
manifestaciones más tibias de amor -compañerismo, afecto y tolerancia-. Dos
citas muy interesantes son:
El amor es como la
salsa mayonesa: cuando se corta, hay que tirarlo y empezar otro nuevo.
Enrique Jardiel
Poncela.
El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es para morir.
Jacinto Benavente
Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los
efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece
gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una
segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un amor más
sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. Dicho
estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En este caso son las endorfinas
-compuestos químicos naturales de estructura similar a la de la morfina y otros
opiáceos- los que confieren la sensación común de seguridad comenzando una
nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido,
dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.
Para conservar la pareja es necesario buscar mecanismos
socioculturales (grata convivencia, costumbre, intereses mutuos, etc.), hemos
de luchar por que el proceso deje de ser solo químico. Si no se han establecido
ligazones de intereses comunes y empatía, la pareja, tras la bajada de FEA, se
sentirá cada vez menos enamorada y por ahí llegará la insatisfacción, la
frustración, separación e incluso el odio.
Parece que tienen mayor poder estimulante los sentimientos y
las emociones que las simples substancias por sí mismas, aquellos sí que pueden
activar la alquimia y no al sentido contrario.
Un estudio alemán ha analizado las consecuencias del beso
matutino, ése que se dan los cónyuges al despedirse cuando se van a trabajar.
Los hombres que besan a sus esposas por la mañana pierden menos días de trabajo
por enfermedad, tienen menos accidentes de tráfico, ganan de un 20% a un 30%
más y viven unos ¡cinco años más! Para Arthur Sazbo, uno de los científicos
autores del estudio, la explicación es sencilla: "Los que salen de casa
dando un beso empiezan el día con una actitud más positiva".
Es cierto, no podemos negarlo, es un hecho científico que
existe una química interna que se relaciona con nuestras emociones y sentimientos,
con nuestro comportamiento, ya que hasta el más sublime está conectado a la
producción de alguna hormona.
No hay una causa y un efecto en la conducta sexual, sino
eventos físicos, químicos, psíquicos, afectivos y comunicacionales que se
conectan de algún modo, que interactúan y se afectan unos a otros.
Existe, sí, una alquimia sexual, pero se relaciona íntimamente
con los significados que le damos a los estímulos, y éstos con el poder que les
ha concedido una cultura que, a su vez, serán interpretados por cada uno que
los vive de acuerdo con sus recursos personales y su historia. Esperemos que
estos estudios en un futuro nos conduzcan a descubrir aplicaciones
farmacológicas para aliviar las penas de amor.
Espero que una vez leído este artículo no le digáis a
vuestra pareja después de hacer el amor: "he tenido una sensación
sumamente agradable producto del aumento de testosterona y la disminución
consiguiente de serotonina", entre otras cosas porque os estrangularía.
Para terminar otras interesantes citas:
Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre
de labios de una mujer.
Antonio Machado
El amor es ciego, el matrimonio le devuelve la vista.
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