Anthony de Mello; Una
llamada al amor.
En cambio, cuando lo que
predomina en ti es el mal humor y te irritas fácilmente te muestras ruin,
suspicaz y hasta paranoide, enseguida compruebas que todo el mundo reacciona
ante ti de manera negativa, y te encuentras viviendo en un mundo hostil, creado
por tu mente y tus emociones.
¿Cómo podrias intentar crear un mundo
feliz, amable y pacifico? Aprendiendo el sencillo y hermoso, aunque arduo,”arte de mirar”. Se trata de hacer lo
siguiente: cada vez que te encuentres
irritado o enojado con alguien, a quien tienes que mirar es a ti, no a esa
persona. Lo que tienes que preguntarte no es: “¿que
le pasa a ese individuo?” sino “¿Qué pasa conmigo que estoy tan irritado?”.
Intenta hacerlo ahora mismo.
Piensa en alguna persona cuya sola presencia te saque de quicio y formúlate a
ti mismo esta dolorosa pero liberadora frase: “la causa de mi irritación no está en esa persona sino en mi mismo” Una
vez dicho esto, trata de descubrir por qué y cómo se origina esta irritación.
En primer lugar, considera la posibilidad, muy real, de que la razón por la que te molestan los
defectos de esa persona, o lo que tú supones que lo son, es porque tú mismo
tienes esos defectos, lo que ocurre es que los has reprimido, y por eso los
proyectas inconscientemente en el otro. Esto sucede casi siempre, aunque casi
nadie lo reconoce.
Trata, pues de descubrir los
defectos de esa persona en tu propio interior, en tu mente inconsciente, y tu
irritación se convertirá en agradecimiento hacia dicha persona, que con su
conducta te ha ayudado a desenmascararte.
Otra cosa digna de considerar
es la siguiente: ¿No será que lo que te molesta de esa persona es que sus
palabras o su comportamiento ponen de relieve algo de tu vida y de ti mismo que
tú te niegas a ver? Fíjate como nos molestan el místico y el profeta que
parecen alejarse mucho de lo místico o de lo profético cuando nos sentimos
cuestionados por sus palabras o por su vida.
Una tercera cosa también esta
muy clara: tú te irritas contra esa persona porque no responde a las
expectativas que has sido “programado” para abrigar respecto a ella. Tal vez
tengas derecho a exigir que esa persona responda a tu “programación”, siendo,
por ejemplo cruel o injusta, en cuyo caso no es preciso que sigas considerando
esto. Pero si tratas de cambiar a esa persona o de poner fin a su
comportamiento, ¿NO seria mucho más eficaz si no estuvieras irritado? La
irritación solo conseguirá embotar tu percepción y hacer que tu acción sea
menos eficaz. Todo el mundo sabe que cuando un deportista pierde los nervios,
la calidad de su juego decrece, porque la pasión y el acaloramiento le hacen
perder coordinación. En la mayoría de los casos, sin embargo, no tienes derecho
a exigir que la otra persona responda a tus expectativas; otras personas en tu
lugar, ante dicho comportamiento, no experimentarían irritación alguna. No
tienes más que pensar detenidamente en esta verdad, y tu irritación se diluirá.
¿No es absurdo por tu parte exigir que alguien viva con arreglo a los criterios
y normas que tus padres te han inoculado?
Finalmente, he aquí otra
verdad que deberías considerar: teniendo en cuenta la educación, la experiencia
y los antecedentes de esa persona, seguramente no puede dejar de comportarse
como lo hace. Alguien ha dicho, con mucho acierto, que comprender todo es
perdonar todo. Si tú comprendes realmente a esa persona, la consideraras como
una persona deficiente, pero no censurable, y tú irritación cesará al instante.
Y enseguida comprobaras que comienzas a tratar a esa persona con amor y que
ella te responde del mismo modo, y te encontraras viviendo en un mundo de amor
que tú mismo has creado.
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