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Piensa en las numerosas veces que te has visto zarandeado
por tus emociones, que has sufrido accesos de ira, de depresión, de angustia,
cuando tu corazón se ha empeñado en conseguir algo que no tenias, o en
aferrarte a algo que poseías, o en evitar algo que no deseabas. Estabas enamorado,
por ejemplo, y te sentías rechazado o celoso; de pronto, toda tu mente y tu corazón
empezaron a centrarse exclusivamente en este hecho, y el banquete de la vida se
trocó en cenizas en tu boca. O estabas empeñado en ganar unas elecciones, y el
fragor del combate te impedía escuchar el canto de los pájaros: tu ambición ahogaba cualquier sonido que pudiera “distraerte”.O
te enfrentabas a la posibilidad de haber contraído una grave enfermedad, o la
perdida de un ser querido, y te resultaba imposible concentrarte en cualquier
otra cosa…
En suma, en el momento en que te dejas atrapar por un apego,
deja de funcionar ese maravilloso aparato que llamamos el corazón Humano”. Si deseas
reparar tu aparato de radio, tienes que estudiar radio electrónica. Si deseas
reformar tu corazón, tienes que tomarte tiempo para pensar seriamente en cuatro
verdades liberadoras. Pero antes elige algún apego que te resulte
verdaderamente inquietante, algo a lo que estas aferrado, algo que te inspire
temor, algo que ansíes vehementemente… y ten presente ese apego mientras
escuchas tales verdades.
Primera verdad: Debes escoger entre tu apego y la felicidad. No
puedes tener ambas cosas. En el momento en que adquieres un apego, tu corazón
deja de funcionar como es debido, y se esfuma tu capacidad de llevar una
existencia alegre, despreocupada y serena. Comprueba cuan verdadero es esto, si
lo aplicas al apego que has elegido.
Segunda verdad: ¿De donde te vino ese apego? No naciste con él,
sino que brotó de una mentira que tu sociedad y tu cultura te han contado, o de
una mentira que te has contado tú a ti mismo, a saber, que sin tal cosa o la
otra, sin esa persona o la de más allá, no puedes ser feliz. Simplemente, abre
los ojos y comprueba la falsedad de semejante aserto. Hay centenares de
personas que son perfectamente felices sin
esa cosa, esa persona o esa circunstancia que tú tanto ansias y sin la
cual estas convencido de que no puedes ser feliz. Así pues, elige entre tu apego
y tu libertad y felicidad.
Tercera Verdad: si deseas estar
plenamente vivo, debe adquirir y desarrollar el sentido de la perspectiva.
La vida es infinitamente más grande que esa nimiedad a la que tú corazón se ha
apegado y a la que tú has dado el poder de alterarte de ese modo. Una nimiedad,
si, porque, si vives lo suficiente, es muy fácil que algún día esa cosa o persona
deje de importarte… y hasta puede que ni siquiera te acuerdes de ella, como podrás
comprobar por experiencia. Hoy mismo, apenas recuerdas aquellas tremendas tonterías
que tanto te inquietaron en el pasado y que ya no te afectan en lo más mínimo.
Y llegamos a la Cuarta
Verdad, que te lleva a la inevitable conclusión de que ninguna
cosa o persona que no seas tú tiene el poder de hacerte feliz o desdichado.
Seas o no consciente de ello, eres tú, y nadie más que tú, quien decide ser
feliz o desdichado, según te aferres o dejes de aferrarte al objeto de tu apego
en una situación dada.
Si reflexionas sobre estas verdades, puede que tomes
conciencias de que tu corazón se resiste a ellas o que por el contrario, busca
razones en su contra y se niega a tomarlas en consideración. Será señal de que
tus apegos no te han hecho aún sufrir lo bastante como para desear realmente
reparar tu “Radio espiritual”. También es posible que tu corazón no se resista
a dichas verdades, en tal caso, alégrate de ello: es señal de que el arrepentimiento,
la remodelación de tú corazón ha comenzado, y de que al fin, la vida
reconfortantemente despreocupada de los niños, se ha puesto a tú alcance, y
estas a punto de tocarlo con los dedos y tomar posesión de él.
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