Huir del que te ama, amar al que te huye. Maldecir al que
duerme a tú lado, despedazarlo cada noche y despertarse tranquilo, como si la
mañana hubiera lavado el odio con abundante agua. Perder la razón por una
persona que te deprecia en proporción a la adoración que le dedicas. Tener
sobre la menor relación el punto de vista del final, meterse en una historia
como el pasajero del Titanic, anticipando su naufragio. Soñar con cabalgadas
sublimes y amores desenfrenados, y cocerse a fuego lento en una puerta cerrada
mediocre.
No saber que dar, no recibir nunca y asombrarse de que nuestros
regalos sean tan mal recibidos. Casarse por el placer de la seguridad, no
casarse por el placer de la aventura, darse cuenta de que el matrimonio no
protege de nada y de que la falta de matrimonio no garantiza lo imprevisto. Soportar
durante años mentiras y engaños y después por una menudencia, irse para
siempre. Aspirar al calor conyugal en el mariposeo, soñar con aventuras tórridas
en la calma del hogar. Amar en detrimento del otro, absorber su energía,
robarle la juventud, prosperar con su declive. Jurarse cada mañana plantar al
otro y aguantar así 20 años acariciando la idea de ruptura. Ser el que paga el
pato, el gilipollas del que todo el mundo se ríe, cegarse ante la evidencia, y
acomodarse a ello. Considerar el matrimonio como una dura labor, esforzarse por
amar a la pareja, tolerar, sufrir, soportar y estallar de repente por un
capricho.
Satisfacer a varias personas sin decírselo y exigir una adoración
exclusiva de cada una. No estar seguro de
nada, ni de la orientación sexual ni de los afectos, vivir en el país
del quizá, de la vacilación sentimental, no ser mas que un punto de
interrogación que dice te amo. Llorar la partida de un ser al que creías no soportar,
que se fijo en tu corazón como una bufanda. Venerar muerta a una `persona a la
que habías maltratado viva. Desplegar tesoros de amabilidad ante perfectos
desconocidos, ofrecerles presentes suntuosos, mostrarse glacial y tacaño con
los tuyos.
Éstas son algunas de las inconsecuencias del amor ¿Por qué quisiéramos
que fuera de otra manera? Hablar de amor es siempre partir del desorden
interior de cada uno, hurgar en el fondo cenagoso del alma llena de bajeza y de
nobleza. Pongamos en escena sin juzgarlas las locuras del corazón de los
hombres
No hay comentarios:
Publicar un comentario