miércoles, 21 de diciembre de 2011

Una llamada al amor. XXIII


Meditación 23
Anthony de Mello; Una llamada al amor.

¿No se te ha ocurrido pensar que sólo eres capaz de amar cuando estas solo? Pero  ¿Que significa amar? Significa ver a una  persona, una cosa, una situación, tal como realmente es, no tal como tú la imaginas, y reaccionar ante ella como merece. No puedes amar lo que ni siquiera ves.

¿Y que es lo que te impide amar?  Tus conceptos, tus categorías, tus prejuicios y proyecciones, tus necesidades y apegos, los clichés que tú mismo has elaborado a partir de  tus propios condicionamientos y experiencias pasadas. Ver, es la mas ardua tarea que un ser humano puede emprender, porque requiere una mente alerta y disciplinada, mientras que la mayoría de la gente prefiere ceder a la pereza mental antes que tomarse la molestia de ver a cada persona y cada cosa de un modo siempre nuevo, con la novedad de cada momento.

Liberarte de tus condicionamientos para poder ver es bastante difícil. Pero el ver te exige algo aun mas doloroso: liberarte del control que la sociedad ejerce sobre ti; un control cuyos tentáculos han penetrado hasta las raíces mismas de tu ser, hasta el punto de que liberarte de el es tanto como despedazarte.

Si quieres comprenderlo, piensa en un niño al que desde pequeño se le inocula el gusto por la droga. A medida que la droga penetra en su cuerpo, el niño se  va haciendo adicto, y todo su ser demanda a gritos dicha droga. Llega un momento en que la falta de la droga le resulta tan insoportable que prefiere morir.

Esto es exactamente lo que la sociedad hizo contigo cuando eras niño. No te estaba permitido disfrutar del sólido y nutritivo alimento de la vida, el trabajo, la actividad y la compañía de las personas y los placeres de los sentidos y de la mente. Se te hizo tomar afición a unas drogas llamadas “aprobación”, “aprecio”, “éxito”, “prestigio” , “poder”.. Una vez que les tomaste el gusto, te hiciste adicto a ellas y empezaste a temer la posibilidad de perderlas. Sentías terror con solo pensar en los fallos, en los errores, en las críticas. De modo que te hiciste cobardemente dependiente de los demás y perdiste tú libertad. Ahora tienen otro el poder de hacerte feliz o desdichada. Y por más que detestes el dolor que ello supone, te encuentras completamente desvalida. No hay un solo minuto en el que consciente o inconscientemente no trates de sintonizar con las reacciones de los demás,  marchando al ritmo de sus exigencias. Cuando te ves ignorado o desaprobado, experimentas una soledad tan insoportable que acudes a los demás mendigando el consuelo de su apoyo, su aliento, sus palabras de animo. Vivir con lo demás en ese estado conlleva una tensión interminable, pero vivir sin ellos acarrea el agudo dolor de la soledad. Has perdido tú capacidad de verlos con toda claridad tal como son y de reaccionar adecuadamente ante ellos, porque en general tu percepción de ellos esta oscurecida por tu necesidad de conseguir la droga.

La aterradora e ineludible consecuencia de todo ello es que te has vuelto incapaz de amar nada ni a nadie. Si deseas amar, has de aprender a ver de nuevo. Y si deseas ver, has de renunciar a tú droga.




Sueños de amor




Sucede que de pronto un día, alguien se cruza en la vida -nadie lo hace por azar -y algo sucede en el interior. Hay un baile fugaz y muy intenso de sensaciones que van y vienen en aparente caos.

Al principio quizás curiosidad, atracción, posiblemente todo ha surgido de un momento “mágico” difícilmente predecible un instante antes. Quizás se produce un flash en la consciencia y la atención, hasta entonces dispersa en mil estímulos, centra su esfuerzo en reconocer y conocer ese foco de cambio interior.

Curiosidad, atracción y se busca la cercanía, se rompen distancias, barreras y vienen nervios, paz, ansiedad, alegría, coincidencias, divergencias, esperas, todo el cumulo de contradicciones que hay entre un cielo y un infierno. Sazón y desazón de un guiso al que en el siguiente instante se añaden pensamientos que difícilmente después serán diferenciables.

Es hermosa, bonita, generosa, valiente, cada uno añade a su guiso lo que ve y más concretamente lo que le apetece,  - lo que tiene - en muchos casos una mezcla, “lo que le apetece ver” y va construyendo hermosos sentimientos forjados de la unión de las emociones que le invadieron y los pensamientos que añadió, en este punto ya será difícil separar, todo serán ya sentimientos o al menos lo parecerán.
En la calidad de los ingredientes estará la calidad del guiso.

Pero esto venia a otra cosa, añadimos los pensamientos y tenemos hermosos sentimientos, tenemos mucho mas, esa atención centrada, esa toma de consciencia de las emociones va forjando algo aun más poderoso, va engranando ilusiones – como suceso alegre, positivo, que aun no es real aunque el deseo es que lo sea – o sueños de ser y estar con el  mismo clima de las ilusiones. Va construyendo sentimientos de posibilidad, la posibilidad de estar juntos, de ser tú y yo,  la de que suceda lo que hasta ahora no ha sucedido, no porque no hayamos soñado nunca sino porque nunca soñamos así. En realidad nunca fuimos quien somos ahora  y eso hace una gran diferencia con ayer.

Quizás esas posibilidades se construyan como tal y los tiempos se fundan en un ser y estar juntos y quizás esos aliados que forjaron el encuentro permanezcan alertas aportando calor a ese clima, las emociones sigan pulsando nuestro cuerpo y los pensamientos elevándolas a la categoría de ilusiones, de sueños y verdaderamente se viva el tiempo soñado.

Quizás la consciencia nos ayude a entender que los tiempos de sueños, la magia, se construye día a día con los mismos ingredientes con los que se hizo posible el encuentro, siempre que sumen en la misma dirección, la de nuestro sueño de amor.

Con ojos de amor 2009

martes, 20 de diciembre de 2011

“El amor no es para siempre”


* entrevista publicada en La Contra del diario La Vanguardia
Tengo 50 años: edad peligrosa para caer en amores patológicos. Nací en Nápoles. Estoy casado y enamorado pero sin dependencia: dos hijas. Nos han educado en el culto estúpido al amor a cambio de
nada. Me avergüenzan muchas de las cosas que mis pacientes hacen por amor. Si no le corresponden en una relación, ¡salga corriendo!

WALTER RISO, TERAPEUTA DEL ENAMORAMIENTO PATOLÓGICO
LLUÍS AMIGUET - 12/05/2004

¡Vivimos una epidemia de amor patológico! Las consultas se llenan de pacientes cuya dependencia afectiva les perjudica. Estas dependencias patológicas pueden acabar en violencia doméstica entre quienes aseguran estar enamorados.

¿Por qué tanto sufrimiento?
–Porque no hemos sido educados para discernir nuestros afectos y evitar que el sano amor constructivo se convierta en oscura dependencia enfermiza. En cambio, se promueve un amor papanatas y dependiente que sirve para aleccionar el consumismo...

El amor que vende flores y colonias.
–Se exalta ese concepto judeocristiano del amor puro “a cambio de nada” que hace mucho daño. ¡El amor siempre es recíproco! Nunca es a cambio de nada. Si a usted no le corresponden claramente en una relación... ¡salga corriendo!

¿Cómo sé que mi amor, tan bonito, ha empezado a ser patológico?
–El buen amor se degrada hasta la dependencia patológica con una dinámica igual a la de cualquier adicción: igual que la copita de vino tan sana al mediodía puede convertirse sin autocontrol en el alcoholismo infernal que te destruye.

Es una droga.
–Exacto. El amor tiene efectos bioquímicos ya estudiados y por eso ante ese amor patológico yo aplico la misma terapia cognoscitiva que ante una drogodependencia.

¿Cuál es el primer síntoma del mal amor?
–Es la dignidad. Si pierdes tu dignidad por amor a alguien, dejas de ser un enamorado para ser un enfermo. Si estás dispuesto a negociar tus principios por lo que crees que es amor, pierdes la autoestima.

–¿Eso incluye arrodillarse, espiar, perseguir, implorar...?
–Sí. Pero no es tan difícil darte cuenta del problema como afrontarlo. Los pacientes se saben enfermos y suelen decirme: “Me estoy autodestruyendo, lo sé; pero es que yo quiero a esa persona más que a mí mismo”.

Eso lo diría un drogadicto.
–Es que ese paciente, en cuanto se le aparta de la persona amada, que es su fuente de gratificación bioquímica, presenta un cuadro típico de síndrome de abstinencia: estrés, depresión y ansiedad. Para no perder esa gratificación hará cualquier cosa.

¿Cómo combatir ese cuadro?
–Con valores éticos. Tenemos que reprogramar al paciente. Yo no puedo hacer que no le guste una droga o que deje de amar a la persona equivocada, pero juntos él y yo conseguiremos que sea consciente de que esa relación le quita más de lo que le da.

–¿La ética es la medicina?
–Sí. Luego ayudo al paciente a recuperar sus valores: los que comparte con todo ser humano y los personales, porque precisamente nos solemos enamorar de las personas que compensan nuestras carencias.

Tiene su lógica...
–El hombre débil se enamora de la mujer fuerte o al revés. Así que la ruptura nos desequilibra. Para empezar a recuperar la dignidad, les recuerdo los cuatro universales éticos apuntados por los neodarwinistas.

–A saber...
–Con Kant proclamaremos que cada uno de nosotros es un fin en sí mismo. No podemos ser el medio para que otra persona, por mucho que creamos que la amamos, nos utilice para sus propios objetivos.

–Bien dicho.
–Segundo: reforzaremos nuestra autonomía y autodeterminación. No sea esa señora enamorada que pide permiso a su marido para estudiar y él, tan bueno, se lo da.

–Las decisiones las tomaré yo sólito.
–Sí. Aprenda a vivir por usted mismo. No espere que ella o él arreglen su vida. Sus
problemas se los soluciona usted.

–Quedan dos universales.
–Debe ser usted valorado por sus méritos personales y no por su dinero, su cuerpo o su posición. Y tiene derecho a la ternura: ser reconocido como un igual válido en la interlocución afectiva en toda su integridad.

–¿Cómo empezar la desintoxicación?
–No funciona el desengancharse “poquito a poco”. A esa relación dañina y a esa persona tiene que dejarla del todo; tiene que dejarla de golpe y tiene que dejarla para siempre...

¡Valor!
–Sí, porque la lucha es larga y cuanto más tiempo de “enganche”, más difícil.

–¿Y volver a sus brazos otra vez?
–¡Nooooo! No hay vuelta atrás. Esa relación acabó porque le perjudicaba a usted y no tiene arreglo. Elimine la tentación de la autoculpabilidad: usted no puede cambiar a quien no le quiere y que no le quiera no es culpa suya. Me vienen señoras con un brazo roto por el marido que aún creen que podían haber ofrecido el otro y salvar la relación.

–Ni sin amor ni con él hay descanso.
–Lo hay. ¡Abra su espíritu! Explore el mundo: disperse sus gratificaciones en el universo que es más grande que su pequeño amorcito y que puede darle mucho más que él.

–Es fácil decirlo...
–Lo sé. Ese periodo suele llevar seis meses al menos. Hágase cargo de usted mismo. Desarrolle su autocontrol: crezca. Aumente su resistencia afectiva a la frustración. Aprenda a sufrir y acepte que el mundo no gira alrededor de su corazón.

–¡Qué pena!
–Es normal que en su vida le rechacen alguna vez incluso quienes le amaron. Acéptelo y eso le hará ser mejor. Aprenda a perder.

–Tomo triste, pero esperanzada nota.
–Y asuma, en fin, que el amor no es para siempre. Quien le engañó jurándole lo contrario le quería inmaduro de por vida.


TONTO QUERER
Me cuenta Riso que desistió, asustado, de curar de su amor patológico a una paciente porque al marido, “narco” peligroso, no le gustó que la “desenganchara”. Riso denuncia que el feminismo ha logrado cierta independencia económica para las mujeres y también poder político, pero queda pendiente una gran revolución por la autonomía afectiva. Y parece que el continuo goteo de señoras víctimas de amores
que las han matado le dan cierta razón. Sus asesinos, desde luego, también carecían de educación sentimental y confundían el amor con algo muy diferente. En “¿Amar o depender?” (Granica), Riso aboga por la formación afectiva desde el cole para prevenir dependencias y por la condena del amor “sin esperar nada a cambio” que tanto daño hace.
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domingo, 18 de diciembre de 2011

El miedo


        El  MIEDO. - Antonio gala-

La mayor parte de los males que le suceden al hombre – los más importantes por lo menos – le suceden por miedo. El corazón humano está lleno de angustias y pavores. Si alguien que no sabe nadar se cae al agua, se asusta y se debate, se contrae y, en consecuencia, se hunde, desespera por mantenerse a flote y, en consecuencia, se ahoga.

Si perdiera el miedo, su cuerpo, por si solo ascendería hasta la superficie. El miedo es un lastre que nos aterra (en su doble sentido), que nos empequeñece y nos devora. No sé donde he leído esta vieja fabula india. Había un ratón que le pidió a un mago que lo salvase de su pánico a los gatos. Fue complacido y transformado en gato. Pero comenzó a tener miedo a los perros; para salvarlo, a instancias suyas, el mago lo convirtió en  perro. Pero como perro, temía a la pantera, y el mago lo convirtió en pantera, con lo cual comenzó a temer al cazador. El mago entonces lo volvió de nuevo ratón” porque al que tiene alma de ratón – le dijo –nadie le quita el miedo.

Así es en general el Hombre, tiene miedo a perderse, a perder. Y apenas en su vida hace otra cosa. Pierde el dulce y blando almohadón de su infancia; pierde y no alcanza el ideal de su juventud; pierde los amigos más íntimos y los más tiernos amores que lo acompañaron; pierde las facultades por las que fue querido y admirado, y va paso a paso, hacia la muerte, donde el mismo se pierde.Y llega a ella sin haber vivido de puro miedo. La vida fue para él algo que acaecía mientras estuvo distraído evitando un daño o una catástrofe. De ahí que solo hagan en realidad el bien, los que además de otras cosas, perdieron el miedo a la muerte, que es lo mismo que decir los que perdieron el miedo a la vida.

Hay hombres que hacen tanto esfuerzo por alejar la muerte y olvidarla que descuidan el principal precepto: el de estar vivos. y en lugar de sazonar la vida con el aprendizaje y la alegría, la amargan con quejas y quebrantos, convocando a la tristeza a anidar, como una cigüeña negra sobre un tejado.

¿Qué es el amor? Le preguntaron cierto día a un maestro. “La ausencia absoluta de miedos” respondió “¿y a que es a lo que le tenemos miedo” le preguntaron. “Al amor” contesto el maestro. Quienes se empecinan en adquirir y mantener cosas pequeñas se transforman en minúsculos escriños, en `pobres monederos, en llaveros colgados en espera de que una mano los utilice y los cuelgue de nuevo. Se contentan con poco, y aun ese poco les será arrebatado.


Para perder el miedo no es necesario cambiar el mundo, sino cambiar nuestro propio corazón: ensancharlo y escucharlo después. Nunca es imprescindible cambiar aquello que se ve y se teme, sino la forma en que se ve. La derrota y el fracaso forman parte esencial de nuestra vida. Si no aprendemos a verlos con perspectiva desde lo alto, nos amedrentaran, porque estaremos debatiéndonos entre ellos como el que no sabía nadar y cayó al agua.

Justamente es la calidad del agua lo que debemos adquirir: limpia, sumisa, dócil a la forma del recipiente en que se vierte; pero también irresistible: no solo cuando produce una avenida, sino en su constante y activo gota a gota; no solo cuando es rio, sino cuando se separa de él y riega un campo. Es tal la indiferencia del agua ante el destino a que se aplique lo que la hace fertilizante y generosa.

Cuando nos ocurre lo contrario a nosotros es porque no advertimos que las cosas no se poseen; al revés, si no somos capaces de desprendimiento, por ellas seremos poseídos. Las cosas, para que nos beneficien, como el agua, han de dejarse en libertad. Si tratas de apretarla entre las manos, resbalara el agua por los dedos; si tratas de incorporártela, salvo que la bebas, te empapara la ropa. El corazón del hombre que no teme es igual que un espejo; no apresa nada, no rechaza nada; todo lo recibe, pero no lo conserva.

Nadie conseguirá ser feliz  si esta atribulado por el miedo. Para serlo es necesario ser valiente, liberarse de inseguridades, de preocupaciones y tensiones. Pero existen muchos hombres que ni siquiera se dan cuenta de que son infelices, tan embargados por su miedo viven. El que añora aquello de que carece en lugar de afirmarse en lo logrado por modesto que sea, no es feliz. El que cree que solo lo será mudando su situación o a quienes le rodean, no lo llegara a ser, porque busca fuera lo que se encuentra dentro de él. El que juzga que cuando se realicen todos sus deseos será feliz, yerra: el temor a que no se realicen lo mantiene frustrado y encogido. ¿Cómo va a ser dichoso el acobardado por la amenaza de perder el objeto de su ansiedad, o  de no conseguirlo, o de que se interponga otro, u otro se lo arrebate? Miedos, miedos, miedos, Para acercarse a la Felicidad es imprescindible romper las ataduras del miedo, al contrario de lo que normalmente hacemos: creer que la felicidad consiste en aferrarnos a ellas. La atadura de impresionar a favor nuestro a los demás, la atadura de ganar dinero, la atadura de mantener el estatus; la del éxito en el trabajo y en el mundo…..y mientras nos preocupamos de que no se nos escapen nuestras ataduras, se nos escapa la vida: lo único que realmente tenemos. A eso se llama hacer un pan como unas hostias.

Antonio Gala.       La casa sosegada -1995

martes, 13 de diciembre de 2011


La paradoja del amor…
Pascal Brukner

Al llegar al atardecer de nuestras vidas, tenemos la sospecha de que a veces hemos actuado mal. No hemos utilizado las palabras adecuadas para el amigo que las necesitaba, para el niño que se nos había confiado, hemos abandonado a seres desgraciados, hemos herido a nuestros seres queridos.

Unas veces hemos sido cobardes y mezquinos, pero otras veces nobles y generosos. Esa es la abundancia del corazón: que en medio de tanta bajeza, sea capaz de hacernos mejores, de elevarnos por encima de nosotros mismos.

 A todos los atenazados por el miedo a la decepción o la burla, hay que repetirles: no os avergoncéis de vuestras contradicciones o de ser lo que sois, ingenuos, sentimentales, fieles o volubles. ¡No os dejéis intimidar! No hay un único camino hacia la felicidad.

Amamos tanto como los hombres pueden amar, es decir, imperfectamente.